El antiguo gobernador de Massachusetts es de nuevo noticia por unas polémicas declaraciones. En este caso se trata de una intervención que fue grabada por una cámara oculta hace unos meses en un acto privado de recaudación de fondos. Romney contestando a sus donantes afirma que el 47% de los estadounidenses votarán de cualquier forma a Obama porque son personas dependientes de la ayuda del gobierno y por tanto son inmunes a las propuestas de los republicanos. Os recomiendo el comentario de Roger Senserrich sobre este tema.
Pero no ha sido la primera vez que Mitt Romney mete la pena haciendo declaraciones, de visita a Londres creó una polémica al criticar a los organizadores de los JJOO, también dijo que no le importaban los muy pobres, que le gustaba poder despedir a sus empleados o criticó al presidente Obama en plena crisis de las embajadas en el mundo musulmán cuando la tradición invita a no criticar al presidente en ejercicio en plena crisis exterior.
Lo sorprendente de todo esto es que Romney es un candidato que lleva preparándose toda su vida para llegar a la Casa Blanca. Su padre, gobernador de Michigan, ya intentó ser candidato en 1968, y Romney lo intentó en 2008 tras haber sido gobernador y candidato al senado por Massachusetts. Ser candidato a la presidencia de EE.UU. obliga al presidente a pasar por unas duras primarias, donde participa en múltiples debates electorales, se enfrenta a entrevistas y sus rivales escrutan su pasado en busca de escándalos o incoherencias políticas. Es verdad que en una campaña de reelección de un presidente como es esta, no se suelen presentar los líderes más fuertes del partido que se reservan para una elección con más posibilidades. Así los principales rivales de Romney fueron Newt Gringich que no ostentaban ningún cargo público desde hacía una década, o Rick Santorum un extremista conservador que perdió su puesto en el senado por más de 16 puntos en 2006.
Así Mitt Romney fue elegido candidato por descarte, sin conseguir apasionar a las las bases conservadoras que dudan de su giro ideológico (en su época en Massachusetts aprobó una reforma sanitaria muy parecida a la de Obama o defendió el derecho a las mujeres de decidir sobre un aborto) y obligado a mantener un equilibrio entre unos postulados derechistas y la búsqueda de los electores independientes.
Pero a pesar de estas salidas de tono, su viraje ideológico, la polémica entorno a los impuestos que paga y los ataques recibidos sobre su pasado empresarial (un acierto por parte de la campaña de Obama, que siguiendo las tácticas de Karl Rove atacan los puntos fuertes del rival, no los débiles) Obama no consigue despegar en las encuestas. La situación económica y la desilusión ante las expectativas de 2008 explican sin duda esta dificultad de Obama y son la última esperanza de Romney que necesitará vencer en los debates electorales y convencer a independientes y conservadores que es capaz de mejorar la economía y reducir el desempleo.
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